En aquella urgente reunión, enseguida uno de los miembros tomó la palabra en el asunto del posible nombramiento de un importante cargo de la empresa: «Julio Miranda es un señor de bien que siempre actúa con sabiduría, respeto y honradez en todos los órdenes de la vida, sobrado de inteligencia; pero, ante todo, es la persona más modesta del mundo y humilde como nadie». Un nuevo miembro de la corporación le preguntó: «¿Y quién es ese tal Julio Miranda?». La respuesta fue inmediata: «Yo».