Las palabras se deshacen, la vida las enreda.
Se niegan las palabras a perder el sentido que les dimos. Las viejas
palabras. Qué solos estamos con ellas. Qué lejos nos vemos sin ellas.

Un lugar nuevo cerca de la orilla. No hablo del mar, lo sabéis. Respiro
gente. Sienten y eso es aire para mí. Ahí están. Son palabra que viaja.
Noticia que llegas a amar y necesitas. Si he de renovarme ese es mi
océano.

Buscar. Averiguar. Perder el tiempo escuchando el viento.
Las palabras preguntan: ¿Puedo querer el camino y también sus
márgenes?
¿O mejor desparramarse y amar los fantasmas?

La lluvia ve las cosas de otro modo cuando toca tierra y, entonces,
empezamos a pensar. Siempre nace el pensamiento en las tardes de
agua y vaho. Después soñamos. Así embarcamos. El barco de vapor es
lo más propicio para acabar una novela de amor y aventuras. Tal vez
un río que escuche el latir de sus paletas. Una nueva forma de
conversación. Algo de silencio pidiendo paso.