La posición social de la mujer en Algeciras a principios del XIX era de muy bajo perfil. Su presencia en la documentación, como protagonistas de los textos es escasa. Aparecen como apoderadas o testamentarias, más raramente como compradoras de bienes o receptoras de ellos, sobre todo en los testamentos. Pero podemos atisbar, a pesar de la escasez de fuentes, algunas realidades evidentes.

Por ejemplo, en los muy raros casos de solicitudes de divorcios que aparecen en estos años no hay ninguno solicitado por hombres, pero los tres localizados son a petición de mujeres de Algeciras. La primera fue doña Teresa Gómez, mujer de Francisco Valiente, que daba un poder a Luis Morales, notario y procurador de la Audiencia eclesiástica del obispado de Cádiz, para que entablase una demanda de divorcio con su marido por causas que

le había especificado con anterioridad. Doña Teresa firma el poder. Los otros dos casos son también poderes y siguen la misma línea.

 

No eran infrecuentes los casos de abandono familiar por parte de los maridos. En algunos

casos — especialmente en aquellos en los que las mujeres abandonadas tomaban la decisión de abrirse camino en la vida creando alguna pequeña empresa para subsistir — la actividad aparece recogida entre la documentación. Es el caso de Vicenta Pastor, vecina de Algeciras, casada con Francisco Ballester, que por medio de un escribano — ella, como la mayoría de la población de la ciudad en la época, era analfabeta – cuenta su situación. Narraba que su marido se hallaba ausente de la ciudad desde hacía años y que se

ignoraba su paradero, pero que ella se encontraba …en la precisión de negociar en varios ramos a fin de mantenerme con el decoro y decencia que corresponde…” En aquellos tiempos cualquier mujer casada necesitaba permiso de su esposo para realizar cualquier gestión pública y Vicenta exponía que cuando había intentado hacer un contrato, la ausencia de su marido había supuesto un impedimento para realizarlo «… la falta de autorización con que me hallo por la ausencia del referido… sin saberse cual sea su paradero y sin que durante todo ese tiempo haya recibido noticia de su persona, ni auxilio ni socorro alguno…” Para corroborar su declaración testificaron ante el juez tres vecinos de la ciudad que confirmaron sus afirmaciones añadiendo que sabían qué hacía más de siete años que su marido la había abandonado. Tras estas declaraciones el juez habilitó a Vicenta Pastor. Unos días más tarde arrendaba por tres años y con una renta de un duro diario, la parte baja de una casa propia de Francisco Gutiérrez en la calle Ancha compuesta de sala, alcoba, comedor, cocina, homo, cuadra y patio “…donde ha de poner la da Vicenta su asiento de tahona…” Era el año 1822 cuando Vicenta pudo abrir las puertas de su panadería.

 

Caso de abandono, especialmente cruel, es el que sufrió doña Josefa Juana Vidal, natural de Montabern en el Reino de Valencia. Había estado casada con un tal Don Luis López. Ambos, por el uso del don, parecen ser miembros de la baja nobleza. Ella, contando treinta y dos años, estaba en Algeciras desde hacía casi un año, enferma de gravedad. Había tenido tres hijos con su marido que, en el momento en que redactaba su testamento, tenían ocho, seis y cinco años. Declaraba en su última voluntad que hacía tiempo de cinco años que su marido se había separado de ella «…dejándome abandonada con mis tres hijos, cuyo paradero actual yo ignoro…” Corría el año 1828.