El verano de 1981 fue muy caluroso en el sur de California. Ha dejado su huella en los registros de temperaturas y dos obras de arte. La primera de ellas es una excelente película titulada “Fuego en el cuerpo» de Lawrence Kasdan -recomiendo verla o revisitarla antes de que refresque, si es que lo hace; en invierno podéis ver “Perdición”, “El diablo de las amas” y “El cartero siempre llama dos veces”, de esta última hay dos versiones, yo no me ahorraría ninguna- y la segunda es otra buena novela de Bret Easton Elis: “Los destrozos”. Ambientada en el mencionado 1981, nos muestra un asesino en serie con afición por hacer pedacitos a la gente, de ahí el nombre, y una presentación de personas que también tiene sus roturas particulares.

Kasdan obtuvo su primer gran éxito de crítica y público con Body Heat -su título original en inglés dice aún más que el comercializado en España- y Easton Elis puede considerarse consagrado tras, entre otras notables obras, American Psyco y Luna Park.

Tanto en el filme como en la narración el calor es protagonista avivando las pasiones. Una es la pulsión sexual y otra es la necesidad de matar. Hay matices: en la película, el presunto galán no juzga bien, atraído como una polilla a la hoguera, no sólo por la atracción sexual sino por el efecto de estar semanas soportando un calor prolongado que no le deja dormir. En la novela, se muestra el ambiente despreocupado de un Los Ángeles de clase alta con piscinas y juergas nocturnas en plena canícula. Huyendo del calor -y quizá de sí mismos- no ven venir lo que les espera.

CALOR Y BIOLOGÍA CEREBRAL

Nuestro cerebro está a 38 grados, uno por encima del resto del cuerpo. No se sabe la causa de esta diferencia, dentro de la carcasa ósea del cráneo no es fácil de ventilar. En personas mayores es un poco más alta. La parte del cerebro que soporta peor el calor es el cerebelo, de ahí el mareo y las náuseas en los golpes de calor.

EPIDEMIOLOGÍA

En numerosos estudios se ha comprobado que el calor prolongado afecta a nuestra salud. También se ha visto que no es un efecto debido al contraste entre un periodo frío previo y el bofetón térmico. En los países de clima tropical también ocurre. En un estudio realizado en USA, durante toda la década de 2010-2019, sobre historias clínicas de dos millones de personas, se objetivó un aumento del 8% de las consultas en salud mental en los días más calurosos del verano. Las visitas a Urgencias por autolesiones, uso de sustancias, ansiedad, trastornos del estado de ánimo y esquizofrenia, aumentaron en la misma proporción que la temperatura. No se hallaron diferencias por sexos.

Viniendo a Europa, el Observatorio Europeo sobre Clima y Salud, autoridad reconocida en estos temas, nos realiza varias consideraciones. Refiere, «84 milones de europeos sufren problemas de salud mental.

En ellas, el calor se asocia con angustia psicológica, empeoramiento de la salud mental y mayor mortalidad. En la población sin diagnóstico previo al respecto se observa un aumento de la agresividad, los intentos de suicidio -más en los hombres-, las consultas a urgencias y los ingresos en departamentos psiquiátricos”.

En Madrid, en un estudio que abarca los meses cálidos -mayo a septiembre- desde 2008 a 2016, se encontró que el riesgo de que una mujer sea asesinada por su pareja o expareja aumenta hasta en un 40 por ciento 3 días después de que se produzca una ola de calor. Y casi un 29 por ciento por cada grado que supere los 34 en el termómetro. Puntualizar que son datos sobre población general. Otro efecto del calor es la disminución de la capacidad cognitiva: se piensa peor, no se resuelven bien los problemas o se es más lento; incluso puede llegarse a cierto grado de confusión, una consecuencia de ello puede ser la frustración y, ésta, llevar a actitudes agresivas.

¿POR QUÉ?

Es un fenómeno observado en toda La Tierra pero no tenemos explicaciones convincentes. Algunos investigadores han planteado la hipótesis de que el calor quizá produzca un desequilibrio en las señales del cerebro o cierta inflamación. Otros culpan al mal descanso nocturno con alteraciones de las fases del sueño. Hay que tener en cuenta factores personales y sociales. Algunas personas son más vulnerables al calor que otras. Los recursos disponibles marcan diferencias: quienes tienen menos ingresos sufren más las consecuencias. Un estudio realizado en 2018, por el equipo de Obradovich y Paulus, encontró además notables diferencias de género. Las mujeres de estratos con menos ingresos padecieron el doble de problemas de salud mental por altas temperaturas que los varones con ingresos más altos.

A nivel bioquímico sabemos que el calor aumenta la serotonina en nuestro plasma sanguíneo, disminuyendo, como consecuencia, la producción de dopamina, sustancia fundamental para estar alerta y realizar tareas complejas.

PRECAUCIONES CON LA MEDICACIÓN

Si vamos a la playa o nos exponemos mucho al sol debemos consultar a nuestro médico sobre el efecto de los fármacos que tomamos. Algunos antipsicóticos pueden aumentar la sensibilidad de nuestra piel a los rayos solares. Algunos antidepresivos, como los tricíclicos -ya casi en desuso- también pueden provocar fotosensibilidad y hacer que nos quememos mucho antes. Una buena sombra es lo mejor y, si no, factor de protección elevado en la crema; gafas oscuras y sombrero.

CALOR Y SUEÑO

Por encima de los 25 grados el hipotálamo entra en un estado que los expertos llaman «de confusión” sufriendo una sobreexcitación y no inicia los procesos necesarios para conciliar el sueño

¿QUÉ HACER?

Beber agua. Unos dos litros diarios. Recordárselo a las personas mayores.

Tener en cuenta que el alcohol no hidrata. Al revés, es diurético. Como el café. Mantener el aire acondicionado sobre los 24 grados. Por la salud del planeta y por la nuestra. Evitar salir en las horas de máximo calor. Hacer comidas hidratantes y fáciles de digerir, ricas en verduras, hortalizas y frutas. Disminuir grasas y azúcares, Seguir horarios de sueño regulares. Hacer siesta siempre que se pueda. No hay consenso sobre cuánto tiempo debe durar, se recomienda entre 20 y 30 minutos.